Santiago, ardo contigo
Cuando salimos huyendo del poniente de la ciudad, de alergias perennes, rejas y pavimento, no sabía qué tanto necesitaba conectarme con la tierra y su magia. En Santiago aprendimos a andar por calles sin nombres y veredas; a soltar el miedo de las puertas con llave; a diferenciar las arañas venenosas de las amistosas y … (Leer más)